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lunes, 26 de octubre de 2009

¿Qué nos pasa?

¿Qué nos está pasando a los adultos?

Por la Lic. Liliana Sella de McNamara


Reproducimos a continuación el comentario de la Lic. Liliana Sella de McNamara, que ha circulado por Internet, y que hemos tomado -creemos que es de libre circulación- que vale la pena para la reflexión tanto de adultos como de jóvenes.


¿Qué nos está pasando a los adultos?


| Domingo 24 de Mayo de 2009

Me desempeño como psicoterapeuta infanto-juvenil y desde ese rol me propongo compartir algunas reflexiones sobre el tipo de vincularidad que mantenemos con jovencitos y niños en diferentes ámbitos, nuestra respuesta adulta a sus problemas y la resonancia que ello provoca en los protagonistas y en el tejido social todo.

Contextuando este análisis, considero que como país vivimos momentos complejos, de contradictorios y vertiginosos movimientos producto entre otros, de políticas de estado caracterizadas por la incongruencia, la desmentida de la realidad, sumidas en el descontrol y la impunidad. Esto se presenta en un marco de una crisis mundial de envergadura.

Estas políticas inconsultas e impredecibles, desplegadas masivamente, atraviesan el plano social, económico, laboral, educativo, de la salud, generándonos desajustes y exigiéndonos -ante la necesidad humana de supervivencia- permanentes luchas y constantes reacomodaciones en todos los planos y espacios de nuestra vida cotidiana, comunitaria, laboral, familiar, y personal.

Estos cimbronazos avasallan y convulsionan de forma abrupta nuestra subjetividad (nuestro ser personas) y la de quienes están alrededor y a nuestro cargo (niños y adolescentes), impregnando nuestra forma de sentir, pensar y actuar, sin respetar etapas evolutivas, prioridades, deseos, ni necesidades primarias .

Estas ideas y posicionamiento tienden a que los adultos nos preguntemos, nos cuestionemos, cómo impactan y se introducen estas políticas devastadoras en el ejercicio de nuestros roles cotidianos como padres, docentes, directivos, profesionales, dirigentes, vecinos, etc. frente a los niños y jóvenes bajo nuestra responsabilidad. A su vez replantearnos con una actitud crítica ¿qué tipo de respuestas estamos dando a los grupos humanos más vulnerables, qué opciones les ofrecemos y socialmente cuáles son los efectos obtenidos a su retorno?

Tratando de no hacer reduccionismo ni generalizar, y evaluando resultados, entiendo que estas respuestas y alternativas hacia niños y jóvenes hoy, no están siendo claras, eficaces, suficientes, adecuadas ni saludables. Son visibles las secuelas y deterioros actuales en ellos, los paupérrimos desempeños escolares, las problemáticas juveniles, transgresiones y desbordes, el malestar y la gravedad de la sintomatología auto y hetero agresiva que presentan, la intolerancia a la frustración y su correlato, el paso al acto, el consumismo extremo y la reactivación de la violencia en diferentes versiones, entre otros de sus comportamientos y padeceres cotidianos.

Me pregunto, ¿estas situaciones se nos escapan de las manos, soltamos el timón por impotencia, incompetencia, o lo dejamos desviar por comodidad, conveniencia, intereses personales, comerciales, sin importamos y sin dimensionar en definitiva, qué costo humano y social nos acarrea?

Nuestros comportamientos por acción u omisión hacia niños y jóvenes, abundan en inconsistencia, manejos contradictorios, y/o hipocresía.

Solemos con el dedo acusador apuntarlos, juzgarlos por sus estados de indiferencia, anomia, desinterés, por el acelere y/o precocidad en sus modos de actuar por sus conductas desajustadas y riesgosas, por sus demandas desmedidas, haciéndolos responsables casi exclusivos y absolutos de estos procederes y sus consecuencias.

Paradójicamente nos alarmamos y quejamos por el “acortamiento” de la niñez y no reconocemos que con muchos de nuestros accionares empujamos a la precocidad y la adultización de los niños (el programa de Tinelli con niños entre otros, es una muestra de esto). En lo cotidiano hay cientos de ejemplos más.

Con la misma mirada ingenua nos sorprendemos por la “prolongación” de la adolescencia, sin cuestionamos en el plano social el por qué del retraso para el ingreso al mercado laboral, la deserción y el desgranamiento escolar. En todos los ámbitos, especialmente en la escuela, quitamos responsabilidades, protagonismo y tareas a los jóvenes, lo que potenciaría e incrementaría sus recursos personales su autonomía, para manejarse con madurez y hacerse cargo de sus actos y proyectos vitales. Es un espacio más desperdiciado.

En nuestro discurso distorsionamos las etapas evolutivas, nombrando “chicos y chicas” a jóvenes veinteañeros y los consideramos adultos recién a partir de los 30 años. No nos hacemos cargo de tales incongruencias, de sus determinantes contextuales y vinculares naturalizando estos temas como si se tratara de “una falla en el psicodesarrollo”, y como tal, ajena a nuestro quehacer transformador como conductores y figuras de identificación.

Un sector del mundo adulto con dobles mensajes prohíbe pero a la vez fomenta, o lo que es más inescrupuloso lucra despiadadamente con la salud y el bienestar juvenil propiciando todo tipo de desbordes, excesos y abusos (bebidas alcohólicas, drogas, psicofármacos, pornografía, etc.) y luego con una hipócrita actitud de extrañeza, se escandaliza frente a las graves e irreversibles secuelas y el impacto social que todo eso provoca.

No se trata tampoco de demonizar los medios de comunicación, sino cuestionar a los adultos encargados de su manejo, que por mezquinos intereses, globalizan y asedian indiscriminadamente a toda hora con programaciones, publicidades, que en su mayoría, explícita o subliminalmente “venden” personajes y relaciones que resaltan los antivalores, el descompromiso, la competencia descarnada, el individualismo, la destrucción del rival, el desprecio por la vida, minimizando desde el humor o la ridiculización, la repercusión y la impronta que dichos mensajes dejan sobre todo en el auditorio joven.

En la educación infantil, cuando es preciso desde la autoridad parental proteger, cuidar, poner límites ,disciplinar, y no claudicar en el intento, abundan adultos que evitando ser normativos, suplican, interrogan y ponen a consideración del niño si hará o no tareas impostergables para un buen desarrollo. Lo grafican frases como: “¿te podés portar bien, hacer los deberes, querés comer, me ayudás a juntar los juguetes, te vestís para ir al colegio, te podés sentar en el asiento de atrás”?, etc. De este modo se subvierten los planos y va desapareciendo la necesaria asimetría vincular. Somos adultos quienes quizá por comodidad, inseguridad, o intentando suplir tiempo, espacios de comunicación, reparar carencias afectivas, transmitimos mensajes confusos, poco convincentes, cediendo, dejando hacer y deshacer a su antojo, a niños y adolescentes, justificando sus excesos o claudicando ante reclamos imperativos de su parte. Mensajes como estos lo reflejan: “no hace sus 15 si no hay alcohol en la fiesta, dice que es su problema con quién sale, adónde va y a qué hora vuelve, mientras tomen en casa está todo bien, ¿quién no fumó un porro o manejó sin carné?, no me deja controlar lo que ve en TV y por Internet, no puedo entrar a su cuarto, cierra con llave”, etc. Lo que ocurre específicamente en el ámbito escolar con las interacciones y el aprendizaje, por su dimensión e importancia, da para otro análisis.

Bien sabemos que el aparato estatal no está directamente en nuestras manos y quizá estas posturas parecen pesimistas, derrotistas, sin embargo, tomar conciencia haciendo una autocrítica objetiva, visibilizando nuestra responsabilidad y la del conjunto, los fenómenos intervinientes en cada caso, nos permitirá, desde cada lugar de nuestros desempeños, motorizar cambios, pensar alternativas conjuntas, enfrentamos activamente a la invasión de lo que daña a nuestros niños y jóvenes y en consecuencia a todos como sociedad.

Creo que no todo está perdido, si además de quejamos y rumiar puertas adentro por lo mal que nos va, más allá de las buenas intenciones y los discursos prometedores, motorizamos desde cada lugar de pertenencia y participación con convicción y firmeza, la lucha por una vida más digna para todos. Niños y jóvenes agradecidos, nos acompañarán en este duro pero alentador camino.

(*) MN 7086 – M.P 019

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