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jueves, 22 de octubre de 2009

El alma del niño está asediada


La frase despierta imágenes fuertes. Kiku Adatto se despacha con algo así como que “El alma del niño está asediada”. (citado por Bauman).

Se nos vienen, enseguida, las imágenes de niños desnutridos en algún lugar del mundo o pequeños golpeados por sus padres.

Pero no, el autor no se refiere específicamente a eso, al menos en esa cita, ya que no se desentiende (Bauman) de los grandes problemas de la humanidad, de los pronunciados contrastes entre ricos y pobres, en la inequidad en la distribución de la riqueza, entre otros temas cruciales.

Pero no, el autor se dedicó en uno de los capítulos del libro “Vida líquida”, al marketing para niños, en quienes pretenden generar, como Langer llama, “un estado de insatisfacción perpetua a través de la estimulación del deseo de novedad y de la redefinición de lo precedente como basura inservible”.”La finalidad última de todo ello es la de reproducir el ciclo de deseo perenne en el que se inscribe la infancia del capitalismo de consumo”.

“Los niños y niñas de edades comprendidas entre los 4 y los 12 años influyeron directamente a lo largo de 2002 en compras de adultos por valor de unos 300.000 millones”. Y los ejemplos podrían multiplicarse.

Llama la atención que ante la frase de Adatto no haya aparecido la imagen de un niño feliz comprando o jugando en un shopping.

Sin embargo, se trata de ese asedio, el del consumismo impulsado por las empresas que “tiene enormes efectos psicológicos, no sólo en las personas, sino también en nuestro planeta”.

Adatto dice que la infancia, de esa manera, se convierte en “una preparación para la venta de la propia persona”., ya que a los niños se los educa “para ver todas las relaciones en término de mercado”.

En nuestro terreno, en el de las adicciones, son múltiples los factores que intervienen en las drogodependencias, entre ellos , el social. Hacer solo hincapié en este último, sería desvincularse de otros factores no menos importantes y a veces, dar las argumentaciones a las familias que no quieren “hacerse cargo” de sus responsabilidades y encontrar en causas externas, ajenas a ella, la excusa justa que les sirve para expiar sus “culpas”. Como suelen decir los pacientes en recuperación, “mi familia pone todo afuera” (son las juntas, los vendedores, los otros). Este comentario está lejos de ello y sólo pretende dejar un espacio para la reflexión de nuestra sociedad de consumo a partir de la frase con la que comenzamos: “El alma del niño está asediada”.

Lic. Daniel Giacomich

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