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miércoles, 12 de agosto de 2009

En los márgenes




Maximiliano Antonietti,


El tóxico en los márgenes del psicoanálisis,


Lazos Editorial, 2008



Son tiempos oscuros los nuestros. Tanto más lejos de la polis, cuanto más cerca del televisor, tanto más consumidores como menos ciudadanos, tan perezosos en los procesos como ávidos del culto a las imágenes. Si el futuro llegó hace rato, si el destino ha desaparecido a sangre fría, si el espíritu se refugia nuevamente en las microesferas individuales de los cuatro canales de cable para aprender a cocinar exquisiteces onerosas, no es la luz la que grita, es la oscuridad.

Existe una tendencia tóxica general de nuestros tiempos y -no podría ser de otro modo- el encuentro de las toxicomanías y el psicoanálisis promete. Sin embargo, es muy poco lo que se ha escrito sobre éste encuentro. Quien quiera intentar esta literatura fácilmente lo puede comprobar. Que al tiempo de iniciada la lectura es evidente que no sólo se ha escrito poco, sino que, de lo poco, hay aún menos para el recuerdo.

Quizás sean unas cuantas las razones de todo esto. La primera de ese orden es que ni Freud ni Lacan se propusieron una verdadera "teoría" de las toxicomanías y, como sabemos, a los psicoanalistas no nos ha ido tan bien en aquellas cuestiones que no fueron allanadas por el trabajo de los maestros. En Lacan existen apenas tres o cuatro referencias al tóxico en función de las cuales (creer o no creer) hasta libros enteros han sido escritos. Que a unos cuantos psicoanalistas les basta con una frase de Lacan para, de ahí en más, deducir todo un orden de cosas.

En Freud las referencias no resultan tan claras. No puede decirse que las toxicomanías y el alcoholismo no hayan sido de su interés; basta para convencerse de ello los trabajos sobre la coca.1 Pero tampoco publicó nada en forma de historial, ningún caso donde las cuestiones del tóxico tengan algún protagonismo. Apela a la noción de tóxico en varias ocasiones, pero en ningún momento intenta una teoría que lo sistematice. Así de intrigados nos deja Freud al respecto.

La actualidad psicoanalítica nos tiene habituados (posiblemente más de lo que quisiéramos) a transitar las páginas de un trabajo y no tener la menor idea de cuál es el interrogante al cual ese trabajo responde. No sólo muchas veces resulta difícil seguir más o menos el hilo entre las innumerables, y ya a esta altura inevitables, citas de Freud y Lacan, sino que, entre cita y cita, es muy fácil extraviarse en la repetición innecesaria de frases que llevan la pretensión implícita de valer por sí mismas como argumentaciones.

En esos extravíos, si algo echamos de menos, son los interrogantes que se propuso el autor y que suponemos deberían enhebrar cada frase del trabajo. No hay frase en un texto que tenga pertinencia sin articulación con sus interrogantes, ni hay elaboración necesaria que no atienda a las preguntas iniciales. La cita, incluso, tiene un valor conceptual sólo en la medida en que pueda ser articulada con el conjunto de la argumentación. Sin esa articulación, un texto deja de ser necesario o, al menos, ya no sabemos para qué continuar con su lectura.

Cabe recordar que no siempre fue así. No siempre el principio de autoridad fue el principio de los principios y no siempre las citas se confundieron con los trabajos. Textos inmensos como Introducción al narcisismo2 o El malestar en la cultura3 no deben su vigencia sólo al autor de sus páginas, sino a que fueron elaborados con otro modo de interrogar, distinto del que la actualidad psicoanalítica nos tiene acostumbrados.

En el presente trabajo, pretendemos plantear un interrogante en términos psicoanalíticos; intentaremos establecer las condiciones de su elaboración y pondremos empeño en responder, en la medida de nuestras posibilidades, a la cuestión planteada.

Ese lugar, por decir así, marginal del tóxico en el psicoanálisis, no nos impide desprender de él algunas de sus consecuencias. Nada nos impide, tampoco, encontrar en el tóxico una buena excusa para interrogar a la clínica psicoanalítica. En este sentido, el recorrido de este trabajo por el tóxico y las toxicomanías obedece menos a los anaqueles nosográficos que al esmero por ahondar en los fundamentos del psicoanálisis. Por esta razón, es ineludible dilucidar el lugar del tóxico en la obra de Freud en su argumentación de las neurosis de transferencia.

Del mismo modo, rechazaremos la tentación de hacer, en función de la tendencia especializadora de la época, una "clínica de las toxicomanías". Este trabajo se valdrá, entonces, del tóxico como una excusa para tensar algunos hilos de la argumentación psicoanalítica.

Así las cosas, lector, propongo una frase que espero moleste un poco a sus oídos, como si fuera el estribillo de algún tema musical que no es de nuestro agrado pero no podemos dejar de tararear. La frase es ésta: El tóxico es una referencia fundamental en la argumentación de las nociones freudianas. Veremos a dónde nos lleva.

1 Sigmund Freud: Escritos sobre la cocaína, editorial Anagrama, Barcelona, 1980.

2 Sigmund Freud: "Introducción del narcisismo", en Obras Completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1993, Volumen XIV, pág. 65.

3 Sigmund Freud: "El malestar en la cultura", en Obras Completas, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1993, Volumen XXI, pág. 57.

Maximiliano Antonietti es licenciado en Psicología UNLP, investigador y docente de la Facultad de Psicología UNLP en la cátedra de Teoría Psicoanalítica y en el Seminario Toxicomanías. Integrante del equipo asistencial del CPA La Plata, Ministerio de Salud de la Pcia. de Buenos Aires; ha dictado cursos y seminarios sobre la temática y publicado trabajos en revistas especializadas.

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